MANIFIESTO POR UNA LITERATURA ABSTRACTA
Nick Land
Traducción: Daniela Gutiérrez
00 — Como lo confirma nuestra era, la desintegración inspira miles de manifiestos. Pues, aquí hay otro. Este sería un manifiesto en defensa de la nada, si es que la nada necesitara (o siquiera tolerara) ser defendida. Con su petición burlada por vacíos alienígenas, solo puede atacar algo, lo que sea, todo.
01 — La abstracción es la nada, rigurosamente perseguida. El cero aritmético es su signo. Percibir, pensar y hacer nada. Ser nada. Solo el cero –en sus infinitas formulaciones– alcanza tal exención de la indignidad. (Y es tiempo).
02 — La abstracción en sí misma es soberana de la determinación negativa y nunca puede caer bajo una relación formal. No se opone a lo concreto, excepto en términos cuyas claves están cifradas dentro de sí misma. El método apofático (la vía negativa) es su disciplina.
03 — La negación abstracta, como quizás entendió Hegel al ridiculizarla, es la única que escapa. Retrocede ante una negatividad que no funciona o incluso (precisamente) lo contrario, y que se redobla sin autocancelación mientras sigue volviéndose interminable sobre sí misma. La negación abstracta ya es una duplicación de tal redundancia que se despoja de la pretensión de negatividad genérica como la piel del Ouroboros (y, de hecho, como si nada).
04 — La elusividad de lo abstracto puede ilustrarse rigurosamente. La división por cero lo ejemplifica en la perfecta extinción de la iluminación. Solo puede prohibirse porque una vez comprendida, no tiene sentido. Dividir por cero es iniciar una explosión sin límite, irreversible, demostrable. El resultado devuelto es indefinido (lo suficiente como para crashear computadores). Aunque es una puerta a los caminos de lo transfinito, no se puede retroceder a través de ella. No permite recuperar nada.
05 — La escritura abstracta y la abstracción estética se encuentran fácilmente en abundancia. El formalismo lógico-matemático proporciona la primera, el alto modernismo en las artes visuales (especialmente) la segunda. Sin embargo, el alto modernismo literario ha hecho un lío de su implicación con la abstracción.
06 — «No tengo nada que decir, y lo estoy diciendo». – John Cage.
07 — El término «verso en blanco» nos divierte.
08 — El objeto de la literatura abstracta es la oscuridad integral. Solo busca hacer un objeto de lo desconocido como desconocido. La naturaleza críptica la cautiva –Φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ—. Todo lo que pueda imaginarse que se muestra es otra cosa, pero entonces también lo es –aunque no exactamente igual– cualquier cosa que permanezca simplemente aparte. Los que se dedican a esta dudosa causa no pueden ser más que un efecto superficial de la “Cosa”.
09 — La literatura abstracta escribe en clave, con palabras clave, pero sin esperanza. Es la ficción detectivesca del crimen insoluble, la ciencia ficción de un futuro inconcebible, la ficción misteriosa del impenetrable desconocido, procediendo a través de nombres crípticos de evocación y designadores rígidos sin significado. La rareza que explora no pasa, a menos que se retire más completamente de sí misma. No hay respuesta, ni siquiera (durante mucho tiempo) el lugar para una respuesta. Donde la solución podría haberse encontrado, espera otra cosa. La descripción es el daño.
10 — Juan (18:20) cita a Jesús: “en secreto he dicho nada” (ἐν κρυπτῷ ἐλάλησα οὐδέν).
11 — La represión sexual, llevada al extremo, hace avanzar la mecánica de la literatura abstracta. El puritanismo se pone aquí a trabajar en la oscuridad. Lovecraft (una vez más) exhibe el patrón. Todo lo que se esconde puede engancharse a otras cosas ocultas.
12 — La ficción está ligada, desde el principio, a lo que no es. Las no ocurrencias son su especial preocupación. Trafica con cosas que nunca ocurrieron y se encuentra en el camino hacia la Noche Antigua.
13 — Nadie ha hecho nada aún con la des-no-ficción (la palabra). Ahora es el momento de desenterrar aún menos con ella.
14 — Porque la literatura sabe nada, puede convertir la ceguera en una visión del abismo. Evoca una aprehensión de la no aprehensión o una percepción de lo imperceptible como tal. Milton explora el abismo para decir nada, positivamente, con una elocuencia insuperable. Hace del Paraíso Perdido la Biblia de la literatura abstracta en la que «la niebla visible» , «la palpable oscuridad», ensombrecen la definitiva falta de luz de la «Noche Antigua». El horror es estructuralmente miltoniano. Lo que no puede ser visto o de otra manera mostrado, todavía puede ser dicho.
15 — Lovecraft dice: «Elijo historias extrañas porque se adaptan mejor a mi inclinación. Uno de mis deseos más fuertes y persistentes es lograr, momentáneamente, la ilusión de alguna extraña suspensión o violación de las gallardas limitaciones del tiempo, el espacio y la ley natural que por siempre nos aprisionan y frustran nuestra curiosidad acerca de los infinitos espacios cósmicos más allá del radio de nuestra vista y análisis. Estos relatos suelen hacer hincapié en el elemento del horror porque el miedo es nuestra emoción más profunda y fuerte, y la que mejor se presta a la creación de ilusiones que desafían a la naturaleza. El horror y lo desconocido o lo extraño están siempre estrechamente relacionados, por lo que es difícil crear una imagen convincente de una ley natural quebrantada o de una alienación cósmica o una “exterioridad” sin hacer hincapié en la emoción del miedo».
16 — Excepto que no es el miedo lo que nos guía. La literatura abstracta cumple con una rigurosa crítica del miedo, realizada en nombre del horror. Teme a la nada, hasta que el miedo se despoje de su concreción y la nada cambie de signo.
17 — La “Cosa” que el horror persigue (y de la que huye) no puede ser un objeto, si la vida ha de continuar. Su inexistencia es un presupuesto del equilibrio mental. En el horizonte virtual donde el pensamiento la encuentra, reina la locura absoluta. Esta coincidencia es fundamental. En el extremo del horror se encuentra lo que –para que haya cordura— no puede concebirse ni imaginarse. La imagen del monstruo es, pues, algo más que un error de método. Es un error de apreciación radical. Cualquier cosa que pueda capturarse no puede ser lo que busca el horror. Las imágenes son errores.
18 — No hay diferencia entre la literatura abstracta y el horror, concebido en profundidad (en el abismo). Un encuentro con lo absolutamente intolerable desde el punto de vista cognitivo no puede concluir en una presentación positiva. Hace tiempo que se espera que los creadores del horror lo comprendan, aunque sigan sometiéndose típicamente a los pecados de la exhibición, al ansia de mostrar y de contar. Dentro de la imagen, el horror está enterrado. Así, la literatura abstracta está comprometida con una iconoclasia definida, que es también un voto de silencio, aunque un silencio oculto.
19 — El horror anticipa la filosofía, la engendra automáticamente y le proporciona su objeto último: la abstracción en sí misma. Proviene del mismo no-lugar al que tiende la filosofía. Si el escepticismo enseña a la filosofía lo que no necesita pensar, el horror la persuade de lo que no puede. De este modo, el pacto entre la abstracción y el horror (la “Cosa”) sobrepasa todo lo que la filosofía puede ser o conocer. Es una conexión tan antigua como el tiempo. Exactamente tan antigua. El horror construye la mansión de la intuición arruinada, por la que deambula la filosofía como un niño nervioso.
20 — La literatura abstracta toma prestados del horror sus guías, que son los monstruos. Monstruos «invisibles», estamos tentados de decir apresuradamente. Ningún monstruo puede ser más, o menos, que parcialmente (horriblemente) visto (como atestigua fehacientemente la etimología). El monstruo es liminal o diagonal. Revela una oscuridad escabrosa.
21 — El estadio inicial de la monstruosidad es el «simple» desbordamiento. Un monstruo tiene como característica principal la naturaleza de un ser excesivo. Es, ante todo, un contra-humanoide. que elude cualquier reconocimiento antropomórfico. Puesto que la «inhumanidad» permanece capturada dentro de una relación dialéctica, es preferible invocar una «no» o «des-humanidad» determinada abstractamente (a la manera de los alienígenas totalmente desconocidos de El Secreto del Abismo (1989) de James Cameron) solo como «algo que no somos». Una condición mínima para la monstruosidad es la falta de humanidad radical.
22 — Incluso cuando consume toda la atención, la monstruosidad no se parece a nada. En el nivel más crudo de desorganización perceptiva, desmantela la morfología en la complejidad hirviente de los monstruos-tentáculos y las criaturas-bicho (seres plastificados, metamórficos y polisegmentarios) para los que (China Miéville) «Squidity» es el arquetipo supremo. En un nivel más avanzado de abstracción, se desprenden incluso de estas formas residuales como constricciones larvarias, convirtiéndose en horrores que cambian de forma, adoptando los esquemas corporales de sus presas, a medida que evolucionan fluidamente hacia la forma de cazar. En su cenit intensivo, se subliman hasta convertirse en puro sistema, síndrome (ciclos de reproducción, patrones de parasitación, perfiles epidemiológicos y ondas convergentes) concebibles sólo a través de lo que hacen.
23 — La ontología fundamental nos dice que lo que sucede (en el tiempo) no es tiempo, y el ser es ninguna cosa (no-thing). «La nada nadea naderísticamente» o lo que sea que Heidegger dijera o no dijera, no importa, hasta que la des-no-ficción se apodere de ello (como lo hará). Nunca puede haber suficiente ontología negativa, porque lo que el ser no es la excede.
24 — Mucho hay que conceder a nuestro hipotético interlocutor, que pregunta: «¿No es, entonces, la misión intrínseca de la literatura abstracta visitar la devastación ontológica infinita sobre sus lectores?». ¿Cómo podría evitarse? Nuestra tarea no puede ser otra que la de suplantar las pesadillas intolerables por otras aún peores. Felizmente, no es cosa fácil (desde cierto punto de vista), aunque sea un destino ineluctable (respecto a otros).
25 — ¿De dónde viene este pacto sombrío con el abismo? Solo podemos responder con seguridad: del abismo. Si otra respuesta fuera plausible, entonces la literatura abstracta sería expresión, cuando solo es (o al menos abrumadoramente) exploración, y explorar, desde el otro lado, es dejar entrar algo.
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